Antes que nada queremos darle la bienvenida a esta ciudad PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD. Llega usted en una semana mágica, en la que esta localidad se transforma por completo, es Semana Santa. Uno de cada tres ubetenses pertenece a alguna de las 19 cofradías que desde el Domingo de Ramos recorrerán las calles, principalmente del casco histórico.

Usted estará con nosotros un día, dos, quizás tres o, incluso, toda la Semana Santa. Disfrute, ande, piérdase por las callejuelas del casco histórico y cuando escuche un tambor o una corneta siga a la muchedumbre y siéntase como en su propia casa.

Y qué mejor que conozca primero un poco de nuestro rico pasado porque la Úbeda en la que usted está ahora tiene una importante historia.

Los primeros asentamientos que existieron en Úbeda se remontan a la Prehistoria, cuando durante la Edad del Cobre y del Bronce distintas comunidades habitaron en el lugar que hoy ocupa el barrio del Alcázar. También se han encontrado restos de la época tardorromana y visigoda, que hacen suponer la existencia de un pequeño núcleo de población dependiente de la colonia romana de Salaria, conocida como Úbeda la Vieja.

En busca de intercambios llegaron a Úbeda los griegos y más tarde los cartagineses, siendo estos últimos vencidos por los romanos tras largas guerras. Bajo el Imperio Romano la ciudad sería conocida como Bétula (Baetula). Sin embargo, Úbeda adquiere su verdadera entidad como un importante núcleo de población en época árabe.

Es fundada por Abderramán II (822-852), que la llamó Medinat-Ubbadat Al-Arab (Úbeda de los Árabes). Debido a su artesanía, comercio y agricultura se convirtió en una de las ciudades de mayor importancia de Al-Ándalus. Su recinto encerraba más de 35.000 hectáreas.

La ciudad es conquistada por el Rey Fernando III «el Santo. La toma de Úbeda dio paso a la coexistencia de diferentes culturas, la árabe, judía y cristina. Factor decisivo en este período es su importante valor geoestratégico. Su carácter fronterizo (Granada-Castilla), provoca que los reyes castellanos le otorguen numerosos privilegios y concesiones, como el fuero de Cuenca.

La riqueza y el esplendor que Úbeda alcanzó en el siglo XVI vinieron determinados especialmente por la presencia de una nobleza cada vez más poderosa.

El siglo XVI será la época de máximo esplendor de toda la historia de Úbeda, que conoció un importante desarrollo económico por el incremento en la producción agrícola y la diversificación de la industria artesanal. Además, el desarrollo económico llevó consigo un aumento demográfico, alcanzando la ciudad una población de 18.000 habitantes. Durante esta etapa destacan la presencia de personajes ilustres que dejarían huella en la historia como San Juan de la Cruz.
En este siglo miembros de la nobleza ubetense participan en los más altos puestos de la burocracia tanto civil como eclesiástica, destacando la familia Cobos Molina, cuyo principal miembro, Francisco de los Cobos, ostentará el cargo de secretario del emperador Carlos V.
Otros miembros de su familia, como Juan Vázquez de Molina o Diego de los Cobos, también siguen sus pasos y dejan en la ciudad las más importantes obras arquitectónicas del siglo XVI en Úbeda, realizadas por grandes artistas de la época como Siloé, Vandelvira, Berruguete…
A mediados del silgo XX, la industria local tiene un fuerte repunte gracias al tirón desarrollista, pero insuficiente para recoger el fuerte incremento de población, avocada a la emigración. Lentamente, la Úbeda renacentista va a ir alcanzado el lugar actual como referente provincial, cabecera de la comarca y como un centro de servicios a nivel regional de importancia creciente. Es por ello, que el 3 de julio de 2003 es nombrada, junto con Baeza, Patrimonio de la Humanidad.

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